sábado, 29 de septiembre de 2007

A Pedro y Nélida Cabello, mis abuelos maternos

Sus lágrimas hoy son las ramas del sauce
que cuando pequeño alcanzaba de un salto enorme subido en la empinada.
Del mismo sauce que la abuela planto “Pa que se suban los chico”.

Más allá, la higuera casi milenaria va desprendiendo olvidos,
guiñando un ojo al eterno destino.

Desde el patio cargado de rosas rojas, amarillas, blancas,
un perfume de amor destila sabor a vendimia.

La noche va cayendo y yo me nutro de su jardín,
de los mates de la siesta, de sus chancleteos que no cesan
de sus andares por la arena, de sus manos de poeta,
de cantor, de abuelo…

Y de las cuecas cuyanas que aun resuenan en mi cerebro.

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