Amanece, siempre amanece nublado de esquinas llorosas, de savia, de lluvia, de inciensos,
de voces que pululan en la ciudad oscura y triste de ondanadas solitarias.
Amanece en Buenos Aires.
Su ruta cósmica acumula milagrosos abrazos de humano despertar.
Acaricia la acacia su mirada femenina.
Se vuelve azul violaceo el andar entre timbales de plaza,
de una plaza tan poblada...
tan tristemente poblada de duendes solitarios que acarician la nostalgia.
Los hospitales abarrotados de gente sola.
Esperan la palabra.
Urgentemente esperan la palabra... insistentemente claman la palabra.
Cuentan los que saben que la gente en Buenos Aires, también en noviembre está tristemente sola.
viernes, 23 de noviembre de 2007
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